Hoy vivimos en un mundo nuevo. Un mundo en el que pensar en los sentimientos individuales y las emociones sociales nos confronta con una pregunta existencial: ¿Se convertirá el Covid-19 en un trauma vivo y colectivo que impactará de forma decisiva en nuestras vidas?

Entre los patrones que experimentamos en estos tiempos complejos e inciertos hay un fenómeno que parece elevarse por encima de todos los demás: la importancia de la dualidad. El concepto de una fuerte “presión externa” para seguir avanzando y “hacer” en contraposición al movimiento interno de “estarse quieto” y “esperar”.

El Coronavirus va de respirar

Hemos experimentado años de frenética aceleración. Tecnología exponencial, empresas en rápido crecimiento, constante exposición en tiempo real a las redes sociales (y la ansiedad que conlleva). Cuesta creer que todo se ha parado de repente. De 100 a 0 en unas semanas, globalmente.

Respiremos y ralenticémonos. ¿Qué pasaría si volviéramos a nuestros ritmos naturales, humanos? El Coronavirus va de respirar. El Covid-19 nos obliga a respirar, a encontrar un espacio desconocido. 

Y por otra parte no está dificultando el respirar, poniéndonos bajo una inesperada presión global. Ambas cosas al mismo tiempo.

¿Cuál es el mensaje sistémico que se está revelando ante nosotros?

Estamos enfermando y muriendo; estamos perdidos en una atípica transición confinada. El miedo está por todas partes, paralizándonos. Necesitamos respiradores de oxígeno para respirar y nos faltan los recursos y conocimientos para salvar a las personas. Pero por encima de todo, nos falta tiempo. Como en una agónica paradoja, nuestros amados mayores están siendo sacrificados…los únicos cuyos ritmos ya se había ralentizado. 

Nuestros heroicos doctores luchan sin descanso, nuestros niños nos necesitan. Procuramos desesperadamente que nuestras empresas sobrevivan y “respiren” aire fresco; peleamos contra esta crisis global que amenaza nuestros países y nuestras vidas. Sentimos la necesidad de movernos rápido. 

La velocidad lo es todo. Un intento social y antinatural de romper el vacío que sentimos de forma exponencial. Sin embargo, el único crecimiento exponencial que vivimos es el número diario de muertes y contagios. La frustración de haber perdido todas nuestras certezas nos grita a la cara: no podemos avanzar más allá. Ahora no. Nuestro sistema de creencias está siendo atacado.

Respirar lentamente y acelerar al mismo tiempo. La extraña dualidad de este nuevo mundo Covid-19.

Es el momento de que emerja una nueva Inteligencia Colectiva

¿Qué se necesita de nosotros? ¿Movernos y “hacer” o “estarnos quietos” y esperar? Respiremos y ralenticémonos. Reconozcamos la vulnerabilidad de no saber, de no poder planificar nada en estos momentos. Le seguirá un sentimiento de alivio inmediato. 

Comunidades, familias, equipos y redes con una creatividad apabullante están floreciendo, “respirando” a nuestro alrededor. Se mueven más rápido que nuestros líderes globales. Sus canciones, aplausos y gratitud resuenan por doquier. Más que nunca sentimos en nuestra piel el valor inmenso de la confianza, la empatía, la conexión con otros y con la inteligencia sistémica.  

En un mundo donde las fronteras están cerradas y nuestros límites se fuerzan a su máximo, sentimos a los otros por primera vez en años. Sentimos el mismo miedo y la misma pérdida. Sentimos la misma admiración y voluntad de recuperación. Lloramos viendo las mismas imágenes descorazonadoras.  

Sabemos que pertenecemos a algo más grande y nos quedamos en casa para protegernos. 

Respiramos todos juntos como un sistema vivo. Y no necesitamos correr. AHORA tenemos tiempo de sentirlo plenamente. ¿Qué pasaría si abrazáramos esta oportunidad y nos mantuviéramos en ese espacio, permitiendo que emerja una nueva conciencia colectiva?

Francesca Gabetti

CEO & Co-Founder

PH: hareesh.org