“¿Cuánto tiempo sueles esperar a que el otro te dé una respuesta?”
Esta fue la pregunta que mi formador me formuló cuando estábamos en mitad de una dinámica sobre lo directivos o no que éramos.
Antes de esa pregunta, yo le había dicho que había personas que no solían proponer nunca nada y que para sacar algo en claro tenía que ser yo la que diera las ideas.
Cuando me hizo la pregunta de “¿Cuánto tiempo sueles esperar a que el otro te dé una respuesta?”, fue un ¡zas en toda la boca! Me di cuenta de que apenas esperaba.
Como buena millennial que soy, a veces, me asaltaba la impaciencia y esperaba que la gente me contestara a la velocidad del rayo. Pero no todo tiene que ir tan deprisa.
Aprendí a respetar el ritmo de los demás y sus efectos fueron maravillosos, por eso te invito a que tú lo hagas también.
Empieza probando con algo sencillo, espera 5 segundos a que el otro conteste. Así escrito en papel no parece tan difícil pero a la hora de ponerlo en práctica es posible que se te hagan eternos.
Para conseguirlo solo tienes que:
–Olvidar la incomodidad que te genera ese silencio y aprovechar esos 5 segundos para respirar tranquilamente.
–Eliminar el juicio de que el otro no tiene ni idea y de que si no le das tú la respuesta, os eternizaréis hasta que se os ocurra algo.
–Recordar las ganas de empoderar al otro. Aquí te darás cuenta de que si eres tú siempre el que propones las ideas, no le estás dejando al otro sacar todo su talento.
Y además puedes:
–Retar al otro a pensar en las soluciones en lugar de darle la respuesta fácil. Esto requerirá también que respetes el tiempo de la otra persona puesto que puede ser que tarde más en sacarlo de lo que te costaría a ti.
No te voy a engañar, no sale a la primera. Tendrás que repetirlo y ejercitarlo varias veces y al principio es probable que te desesperes. Vuelve siempre a tus ganas por empoderar al equipo e inténtalo de nuevo.